Alejandra Onieva y Eloy Azorín son dos de los pasajeros de primer clase que viajan en el Bárgara de Braganza, el imponente transatlántico de Alta Mar, la nueva serie de Netflix. La actriz interpreta a Carolina Villanueva, una ingenua joven que es la prometida del propietario del barco, el personaje de Eloy. Pero el viaje no comienza como ella desearía...
Las marcas de Netflix y de Bambú Producciones, el compendio de géneros, los personajes... Los dos actores coinciden en que la serie reúne un conjunto de características que les hicieron dar el 'sí' al proyecto, que ya graba su segunda temporada.
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¿Cómo les llegó el proyecto de Alta Mar?
Alejandra Onieva: Fue a través de otro casting en la misma productora. De repente, me llamaron de forma inesperada para contarme que había este proyecto para Netflix. Sonaba maravilloso. Me pasaron el primer y segundo capítulo y fue mejor aun.
¿Qué les llamó la atención?
A.O.: Todo. Netflix, Bambú producciones, años 40, un transatlántico de lujo, suspense... Mi personaje me gustó muchísimo pese a que en un principio no estaba muy desarrollado, fue en ensayos cuando se creó realmente.
Eloy Azorín: Y que mezclase todos los géneros: thriller, drama, una historia de amor dentro de un barco del que no puedes salir... Cuanto más acotas los espacios, más posibilidades tiene una historia. Soy muy fan de películas como La huella, aunque en este caso la inspiración es el Asesinato en el Orient Express.
A mí me gusta mucho hacer trabajos que yo vería si fuese el espectador. Yo me alimenté de las películas y series de los años ochenta que, sobre todo, tienen un ingrediente que es el entretenimiento. Alta Mar cumple todas las expectativas a la hora de entretener y enganchar al público.
Todos los personajes de Alta Mar parecen esconder algo...
E.A.: Sí. Esa es la clave. Creo que los guionistas partieron de esa base, de hacer que todos los personajes pudieran ser susceptibles de que algo pueda pasarles. Como en Diez negritos, a este barco nadie ha llegado de forma aleatoria. Todos tienen un conflicto que le da cierto misterio.
A nivel interpretativo, ¿qué es lo que les ha resultado más difícil?
A.O.: En los ensayos, el que fuera tan ingenua no estaba tan escrito, al igual que mi relación con Fernando. Hasta que encontramos el click lo pasé mal porque no sabía lo que estaba haciendo, pero después, disfruté mucho.
En una historia con asesinatos de por medio, ¿prefieren saber quién es el malo desde el principio recibiendo todos los guiones o dejarse sorprender?
E.A.: Yo me aturullo, me atosiga. Es una gilipollez esta comparación pero prefiero ir plato a plato. Está muy bien para saber para dónde va tu personaje, pero si hay unas líneas muy claras desde el principio, como es el caso, no me importa ir poco a poco y sorprendiéndome. De la primera temporada, teníamos el grueso de la historia.
A.O.: A mí me gusta todos los platos en la mesa (risas). Pero con los guiones me gusta que me los den poco a poco porque crea esa cosa de 'qué va a pasar'. Muchas veces nos da rabia que si hubiésemos sabido tal cosa, a lo mejor hubiéramos potenciado un determinado aspecto. Pero la vida real es así.
¿Alguna anécdota de la grabación?
A.O.: Me dio un ataque de risa tremendo cuando grabamos la escena de la entrada de Carolina y su hermana [Ivana Baquero] al barco con el baúl. No podía parar de reírme y no había tanta confianza entre nosotros. José Sacristán, que es un grande, me miraba pensado: '¿A esta chica qué le pasa?'. Me reía yo sola.
E.A.: Tuvimos que aprender a bailar. Fui un pato. Bailo un cha cha cha y un bolero. Ella me iba guiando porque si no... De pecho para arriba soy muy buen bailarín (risas).
Antes, los actores preferían hacer cine mientras que la televisión era un medio denigrado. ¿Cuál es su reflexión sobre este proceso de cambio que se ha dado?
A.O.: Ha cambiado mucho. Ahora las series están protagonizadas por grandes actores de Hollywood. Mira, Big Little Lies, con Meryl Streep. Eso nos ha ayudado mucho porque hay muchas veces que actores no podían alcanzar grandes proyectos. Las plataformas han permitido que una buena serie esté considerada al mismo nivel que una buena película.
E.A.: La posibilidad de desarrollar un personaje con más profundidad del que tú podrías hacer en una película es una maravilla. Eso se está equilibrando.