Un fenómeno es todo lo que es perceptible. Hasta ahí, la serie de Antena 3 cumple lo prometido, comparece ante la audiencia, se puede ver. Pero fenómenal es también lo extraordinario o muy bueno en su clase y, en esto, lo nuevo de García Velilla miente vilmente.
La serie busca sin disimulo contenerlo todo, la crisis, el día a día, lo sobrenatural y lo demasiado humano. La acumulación de clichés se evidencia en un vídeo promocional en el que cada personaje se describe en una palabra.
Claro que el programa está hecho con profesionalidad, solo faltaba. A ratos el montaje es rítmico y divertido o coinciden un buen chiste y un buen actor en la misma escena pero parece poco para una producción ambiciosa, que reúne tanto talento y despierta tantas espectativas.
La serie es gruesa en muchos sentidos. En las bromas sexuales y los comentarios políticos surgidos de la nada. Sus personajes parecen venir de series diferentes tanto en el sentido literal como en el figurado. Lo parece porque no conectan y porque, en efecto, muchos vienen de otras series. Adolfo Serna (Javier Mora) y Benito (Julían López) reproducen esa exitosa fórmula que en The Office ponen en funcionamiento Michael y Dwaight, jefe idiota y empleado pelota. Con la particularidad de que la estulticia de Adolfo parece calcada del Luisma de Aída. La dosis de homosexualidad estadísticamente calculada la pone Anais (la Terremoto de Alcorcón) un hibrido acelerado de Diana (Anabel Alonso) de 7 vidas y Aída (Carmen Machi), la protagonista de la serie homónima. Mientras, se graba en el mismo plató un enésimo remake de Betty la fea protagonizado por Alejo Sauras y Mariam Hernández (Javier y Daniela en la serie) y un homenaje a La dama y el vagabundo que sacan adelante Ana Polvorosa y Luis Fernández (Claudia y Guillermo en la ficción).
Pero fenómeno también es la fórmula que solía usarse en castellano para traducir freak. El fenómeno es el mónstruo de feria ambulante, la criatura extraordinaria aunque sea para mal. Un par de historias logran, al menos, acercarse a ese espíritu sorprendente: la del becario (Miguel rellán) un ingeniero en paro que retoma sus estudios de periodismo y carga con el trabajo sucio de Onda Futura y Martín, el abducido (julián Villagrán), un personaje incomprensible y, precisamente por eso, reconfortante. Cuando uno empieza a pensar que es una persona normal, el plano se abre y no lleva pantalones, cuando se intuye en él la mayor de las bondades, planea un secuestro, y así sucesivamente.
Arriba de toda la jerarquía, al frente de la empresa, Kira Miró en el papel de Victoria Reyes, cuya trama personal es el mejor ancla que la serie tiene en la parrilla. La ex-miss, que logró dirigir la emisora gracias a un romance con un empresario casado, intenta aprender y demostrar que es algo más que una ex-miss. Ese empeño es lo único que mantiene vivo el despropósito que son Onda Futura y Fenómenos. Un empeño que parece traspasar la frontera de la ficción, como queriendo demostrar Kira que no es solo una cara bonita y que puede salir adelante con unos Fenómenos que hundirían la peor de las ferias ambulantes.
UNA VERGUENZA DE SERIE , SE QUIEREN HACER LOS GRACIOSOS Y SE QUEDAN A MITAD DEL CAMINO , ABUSAN DEL MARICONISMO FACIL Y DE LOS GAG MAS QUE VISTOS EN AIDA , PERO SIN LLEGARLE A SUELAS DE LUISMA.
Totalmente de acuerdo con el artículo. Una serie ramplona y sin ambición alguna, pero como me gusta tocar los... (jejeje) no puedo pasar sin decirte que al menos en lo del plató estás equivocado, pues se de buena tinta del trabajo que llevó su construcción exclusivamente para esta serie. Una inversión sin sentido viendo el resultado final.
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