Pablo Motos sorprendió este martes a los espectadores de El Hormiguero al invitar a un personaje inusual en el plató de Antena 3. Esta vez, no fue una estrella de la televisión, ni de la música ni el cine, la que visitó al presentador, sino del ámbito de la medicina. El doctor Pedro Cavadas, reconocido en todo el mundo por sus trasplantes y reconstrucciones, acudió al programa para contar los entresijos de su reputada profesión.
"El doctor es mundialmente conocido por haber realizado en 2009 el primer trasplante de cara en el mundo. Y además, ha trasplantado muchos brazos y piernas. Hace entre 1500 y 1800 operaciones al año", explicó Pablo Motos a la audiencia antes de preguntarle a Cavadas los detalles de su caso más conocido. "¿Cómo llega el paciente ahí?", se cuestionó.
"Bueno, era un paciente que llegó con unos problemas muy severos de cara, boca y mandíbula... y al final el trasplante de cara era la opción menos mala de las malas que había. Y lo hicimos, por primera vez. No me gusta hacer las cosas por primera vez, ser 'pionero', porque al final el que se las lleva eres tú", empezó diciendo ante la atenta mirada del presentador.
"Es un caso muy doloroso. El paciente murió, murió un amigo y lo hizo como un valiente. Nos dio una lección de vida y muerte a su familia y a sus amigos. Me hizo muchísimo daño aquello", confesó Cavadas visiblemente afectado.
"Recuerdo perfectamente aquel día. Tuvimos retraso en el vuelo, que volvíamos de una misión humanitaria en Kenia. El vuelo iba con mucho retraso por problemas técnicos, pero finalmente presionamos para poder llegar a tiempo e hicimos el trasplante. Pero claro, eso solo era el comienzo. La cirugía es muy compleja, son todo problemas", señaló el médico, recordando que su paciente murió finalmente en 2013 por unas complicaciones surgidas de la medicación que tuvo que tomar tras la compleja operación.
Fue entonces cuando Pedro Cavadas lanzó una reflexión sobre la amistad que suele establecer con sus pacientes. "En general no es bueno, pero eso es una cosa que uno no decide. Ese paciente en concreto era un tío con una calidad humana tan desbordante que era imposible no hacerse amigo suyo. De 0 a 10 en calidad humana, era un 11. Cuando murió, te mueres con él. Fue un golpe duro, duro... durísimo", concluyó.