Un largo aplauso recibió el lunes a Felipe VI en el congreso anual del Instituto de Empresa Familiar en Valencia. La España real, la que madruga, trabaja, levanta empresas, paga los cada vez más gravosos impuestos y crea riqueza y más de la mitad del empleo privado del país, alaba y respeta, si no a Felipe VI, sí a lo que representa: la jefatura del Estado. Ese aplauso era más que oportuno, porque no se lo están poniendo fácil al monarca. La campaña de acoso a la Corona se recrudece a medida que se acerca la fecha de la vista oral en la que los autores del golpe en Cataluña se sentarán en el banquillo. Aún nos queda por ver la apoteosis, la traca final de fuegos de artificio y de falsos profetas que amenazarán con el advenimiento del apocalipsis y que calentarán la lectura del fallo. Los separatistas, apoyados si no conchabados con los comunistas de Pablo Iglesias, están echando el resto.