"En política suceden más cosas por azar o por agotamiento que fruto de la conspiración", clama Jeff Greenfield desde la cabecera de El Mundo de este jueves. 25 años antes, arrancaba este diario de autor, el proyecto más personal de Pedro J. Ramírez, con una cita de Tácito: "Es poco atractivo lo seguro, en el riesgo hay esperanza".
Un lema que retrata, mejor que a la cabecera, a quien la puso en marcha en 1989. El riojano Pedro J. Ramírez (Logroño, 1952) siempre ha caminado por el filo de la navaja, y ha sido, es y será uno de los principales actores de la vida pública española. Y el director de periódico por antonomasia.
Debutó en esas labores con 28 años, los que tenía cuando se puso al frente del extinto Diario 16. Despedido abruptamente en 1989, en cuestión de meses lanzó la marca que indisolublemente irá asociada para siempre a su apellido.
Estudiante de Periodismo en la Universidad de Navarra, se incorporó a ABC a su vuelta de Estados Unidos, y se inició en las secciones de Deportes, Nacional e Internacional, antes de convertirse, en 1977, en el cronista político del diario, coincidiendo con las primeras elecciones democráticas.
No tardó en dar el salto cualitativo que definiría su biografía para siempre. En 1980, con tan solo 28 años, asumía las riendas de Diario 16. El caso GAL le convirtió en la bestia negra del Gobierno de Felipe González, con el que mantuvo un pulso que acabó por perder en 1989, cuando fue despedido.
En seis meses, ya estaba en los quioscos El Mundo, auténtica escuela de una manera de hacer periodismo, con Pedro J. Ramírez como gran maestro. Y al GAL le sucedió una lista interminable de escándalos destapados por el diario, empezando por el narcotráfico en Galicia en los años 90 al caso Filesa, para terminar con las últimas exclusivas sobre los manejos de Iñaki Urdangarín, yerno del Rey, sin olvidar que ha amparado la teoría de la conspiración en la autoría de los atentados del 11M.
Al hiperactivo periodista riojano -su faceta de tertuliano televisivo ha quedado últimamente aparcada para ceder espacio a su ocupación como tuitero, actividad que ejerce con un ojo mientras con el otro sigue un partido de baloncesto con un gin tonic en la mano- le ha dado tiempo de escribir, no ya crónicas políticas, sino que incluso se ha atrevido con la novela histórica. Desde Así se ganaron las elecciones, en 1977, a El primer naufragio, en 2011, pasando por, entre otros, La Rosa y el Capullo (crónica de una decepción); David contra Goliat, jaque mate al felipismo (1995), Amarga victoria (2001) o El desquite, Los años de Aznar (1996-2000).
Ha sido investido doctor honoris causa por universidades como la de Lebanon Valley, de Pennsylvania.
Es Premio Jovellanos 1997 por su labor en defensa de las libertades. Medalla de Oro de la Rioja. Premio Montaigne de la Fundación Alemana Alfred Toepfer Stiftung. Premio a la trayectoria profesional otorgado por la Federación de Asociaciones de la Prensa de España (FAPE). Y Premio Internacional de Periodismo Isaiah Berlin en 2007, entre otros muchos reconocimientos.