Llegó a exigir a los políticos como requisito imprescindible haber visto los 60 capítulos de The Wire porque decía que lo poco que sabía del tema lo había aprendido gracias a la serie de culto creada por David Simon. Ahora se publica en España el libro en el que cuenta su aventura.
Jón Gnarr ganó a los 43 años las elecciones municipales de Reikiavik, la capital de Islandia, y ejerció como alcalde cuatro años, entre 2010 y 2014.
Apodado Jonny Punk, confiesa que de adolescente lo que le gustaba era oler pegamento y escuchar ese tipo de música. Después de pasar por varios colegios, en 1990 emigró a Suecia, donde trabajó en Volvo durante dos años. Luego regresó a Islandia y ejerció de taxista. Confiesa que de escuchar a los pasajeros sacó las historias para sus chistes. Pero lo hizo tan bien que decidió convertirse en humorista profesional. Y de ahí a las urnas.
De política no sabía nada, salvo lo que aprendió viendo The Wire. Se vendió como seguidor de Gandhi, lector de Tolstoi, admirador de Bakunin y fan de la banda punk británica Crass, desaparecida hace más de 30 años.
Ya en el cargo, continuó dando muestras de un revolucionario estilo de vida para ser alcalde: Gnarr asistió al desfile del Orgullo Gay de su ciudad vestido de drag queen y, en la cabalgata del orgullo gay del 2012, se disfrazó como un miembro de las rusas Pussy Riot, para mostrar su solidaridad con el feminismo.
En las elecciones municipales de hace un año no se presentó y su formación, El Partido Mejor, pasó de seis a dos escaños.
Noam Chomsky, considerado uno de los pensadores contemporáneos más influyentes, ha dicho de Jón Gnarr que es posiblemente el mejor político que ha conocido.