La Vida en Llamas es el nombre de la serie documental que estrena esta noche a las 22.30 Discovery MAX. Una serie documental de David Beriain y su equipo -al que el reportero nombraría uno a uno en las promociones si estuviera de su mano-, que viajan hasta Andalucía, donde los incendios son especialmente virulentos porque se junta lo que, según el reportero, son los tres ingredientes de la "tormenta perfecta" del fuego: altas temperaturas, sequedad y abundante masa forestal como combustible.
Es una franja en la que se encuentra Australia, California y la Península. Y "la Península Ibérica es la frontera más débil de esa franja, porque hay una línea delgada de bosques que son el único escudo contra la desertización que llega desde el sur, desde África", explica David Beriain a Ecoteuve.es.
En más de una ocasión ha repetido eso de "las historias están en la calle" ¿Se ha perdido esto hoy en día en el periodismo?
No sé si se ha perdido. Todavía hay mucha gente en la calle buscando historias, no creo que yo sea de los pocos. Pero a veces las herramientas tecnológicas nos hacen pensar que todo se puede hacer a distancia y que todo se resuelve por email, o con una llamada. O que todo está en Twitter y en Facebook. Sigo siendo un creyente de que para encontrar la vida y las personas muchas veces hay que mirarles a los ojos y tener con ellos contacto físico. Estando en la calle se encuentran cosas, se encuentran personas y se encuentran historias. Nos acerca más a la posibilidad a la de retratar la vida.
El reporterismo de guerra está lejos de ser una de las prioridades entre los estudiantes de periodismo ¿tiene que haber en las universidades un mayor ejercicio de concienciación de la importancia que este ámbito tiene?
Las escuelas de periodismo tienen que preparar a los estudiantes en todas sus variantes o en las que a los alumnos le interese. Yo no creo que el reporterismo de guerra sea más importante que el periodismo local. Creo que una de las facetas más difíciles del periodismo es la de hacer información al lado de donde tú vives. Ahí es más difícil soportar las presiones, ahí es más difícil tener los ojos abiertos para descubrir que hay una historia en eso que ves todos los días y que te parece normal.
No creo que el periodismo de guerra sea más importante que los demás, es otra parte y como tal necesita sus especialistas y su aprendizaje. Lo que ocurre es que la corresponsalía especializada en conflictos armados se convierte en este país en una cuestión de huevos, de cojones. Es decir, alguien mira en la redacción y dice: "¿Quién está más loco de todos vosotros?" y no debería ser así. Debería haber una preparación técnica en esto. Es una especialidad y tiene sus conocimientos teóricos y prácticos que aprender. Y debería haber incluso un desarrollo profesional de eso.
Ha recorrido medio mundo jugándose la vida, ¿qué garantías de seguridad tiene cuando visita países en zona de conflicto? ¿O va 100% al descubierto?
Tengo prácticamente las mismas que tiene cualquier persona que está ahí. A veces más y a veces menos. En el sentido de que en ocasiones ser periodista te da un estatus que hace que la gente se lo piense dos veces antes de pegarte un tiro, y hay otros sitios donde, por el hecho de ser periodista, tienen más ganas de pegarte un tiro. Pero tampoco tenemos ni más ni menos que cualquier persona que esté allí, eso sí, con la ventaja de que sí podemos salir corriendo y huir a nuestro país, cosa que la mayor gente que vive en esos sitios no tiene esa posibilidad. Por tanto, no dejamos de ser unos privilegiados dentro de esa situación porque elegimos estar ahí, no somos ninguna víctima.
En plena grabación de los documentales en zonas de conflicto, ¿qué equipo es el que se desplaza a estas regiones?
Nosotros ahora mismo somos algo así como una superproducción documental, porque normalmente este tipo de producciones se hace con muy pocos medios y muy poca gente. Solemos viajar cinco personas al extranjero y utilizamos drones, llevamos dos camarógrafos, equipos especiales de audio... Lo que pasa es que luego intentamos que ese número de personas cuando el acceso se complica se reduzca el equipo. Por ejemplo, si hay que entrar en un laboratorio de cocaína o un sitio difícil a lo mejor solo vamos dos personas. Pero intentas siempre adaptar los medios de los que dispones a la historia priorizando que lo importante es la historia y no el bellismo por el bellismo.
En La vida en llamas solo podía entrar uno. Hemos seguido a una brigada de lucha contra los incendios forestales en Andalucía, que son una especia de fuerza de comandos especiales que se suben a un helicóptero doce tíos y vuelan a los lugares más peligrosos de los incendios. Y solo se podía subir uno y ese sitio lo tomó nuestro director de fotografía, Sergio Caro, mi pareja de hecho profesional.
Desde el punto de vista de la producción, ¿cómo se consigue una entrevista, por ejemplo, con un sicario o un miembro de la FARC? Y lo más difícil, ¿cómo se les convence para que hablen ante las cámaras?
La gente cree que hay una fórmula mágica, pero en realidad no tiene más que una realidad: es impresionante hasta qué punto las personas tenemos la necesidad de contar y de que nos escuchen, siempre y cuando tengamos delante a alguien que cumpla con dos cualidades: que veamos que le importa de verdad lo que le estamos contando y que está en una situación y tiene unas capacidades para entender y asumir lo que le estamos contando. Nosotros no hacemos más que intentar decirle: "me voy a cruzar medio mundo para visitarle porque me va la vida en ello, porque me importa tanto que estoy dispuesto a recorrer los caminos que haga falta para hablar con usted. Y tenga claro que no estoy aquí para juzgarle, sino para intentar entenderle y que, a través de nosotros, el espectador se ponga en su piel".
¿Todas las entrevistas se conciertan antes de viajar, o van surgiendo sobre la marcha?
Es una combinación de todo. Nosotros hacemos un muy exhausto trabajo de preproducción con un equipo maravilloso liderado por Pablo García Inés, que se dedica a investigar esas historias y a iniciar algunos contactos. También trabajamos con productores locales. Esto es una cosa muy importante, ya que uno tiene que asumirse paracaidista en una realidad que no es la suya cuando viaja al extranjero. Normalmente lo que suele ocurrir es que estos productores quieren conocer a la persona con la que se van a jugar "los cuartos" antes de decidir si sí o si no.
Entonces, hay muchas entrevistas que se contactan antes y otras que surgen sobre el terreno. Por ejemplo, el acceso a las FARC nos llevó ocho meses de contactos en ocho países, mientras que otras historias nos damos cuenta sobre la marcha y las buscamos sobre el momento.
Hoy en día es difícil que una televisión se interese por este tipo de formatos, ¿qué supone hacerlo en un canal como Discovery MAX?
Un honor y un privilegio. Para mí es un regalo del cielo, no quiero parecer una publicidad con patas de Discovery, pero parecemos una especie de marcianos en la tierra. Porque tenemos el privilegio de contar con el apoyo de un canal que apuesta por ese tipo de historias, que nos da los recursos para hacerlas ya que muchas veces son caras, y encima cree en las cosas que hacemos y en cómo las hacemos. Esto es importante porque no nos presionan para que lo hagamos de una manera más sensacionalista, ni más impactante ni nada. Respetan bastante la forma que tenemos de hacer las cosas.
Nosotros intentamos no decirle a la gente lo que tiene que pensar, de ponernos delante de la gente y no intentar, por ejemplo, con la música juzgar a nadie, sino que intentar ponernos en la piel incluso de aquel con quien no queremos tener nada que ver. Yo valoro un montón la apuesta que hace Discovery por este tipo de formatos y por nosotros en particular y creo que el público nos ha dado una lección también. Porque teníamos la sospecha de que esto es muy interesante, y aporta prestigio a la marca, pero luego no lo iba a ver nadie, y en verdad, cada vez que lo han puesto nos hemos encontrado que hay un público que está ávido de esas historias y no las encuentra y que obviamente lo agradece.
Este tipo de periodismo que tiene la suerte de hacer para Discovery MAX, muchos lo hacen en calidad de freelance. ¿Qué ventajas y qué inconvenientes se presentan a la hora de hacerlo de una u otra manera?
Para mí los freelance son los héroes de esta profesión, porque hay que tener mucha pasión y mucha locura, en el mejor sentido de la palabra, para coger tus ahorros e introducirte en una historia que no sabes si vas a vender, pero en la que crees. Hay muchos compañeros que están en Siria y otros lugares y para mi son unos héroes. Yo tengo la suerte de que, aunque soy independiente y tengo mi propia productora que es 93 metros, siempre he encontrado el apoyo de medios y la certeza de que había un destinatario de las historia que iba haciendo. Pero a la vez tengo la ventaja que tienen los freelance de decidir sobre qué quieren investigar. Y si hay un canal como Discovery que las apoya las cogerá y si no pues no.
En esta ocasión ha decidido poner el foco dentro de nuestras fronteras, ¿por qué ha elegido el problema de los incendios forestales frente a otros que se puedan vivir hoy en día?
La vida en llamas nace de la mano de Sergio Caro, nuestro director de fotografía, mi pareja de hecho profesional como dije. Y yo, había una época en la que creía que para contar una historia que realmente mereciese la pena había que coger un avión necesariamente y viajar lejos. Eso lo único que revela es una estupidez muy grande por mi parte ya que hay que reconocer que hay temas muy interesantes en sitios más próximos o aparentemente más pequeños.
Sergio conocía a Gustavo, uno de los responsables de la BRICA, que lucha contra los incendios forestales y me empezó a hablar de esta historia y yo no le hacía ni puñetero caso. Pero él insistió y me hizo bajar a Sevilla y allí me encontré con unos personajes y una historia que me pasaron por encima. Entonces decidimos hacerlo y nos dimos cuenta de que la historia era muy grande.
Aparte de Gustavo, ¿qué otros personajes van a ser protagonistas de esta historia?
La historia se centra en Andalucía y en concreto en una unidad especial que es la BRICA, de la cual hay tres grupos centrándonos nosotros en uno de esos grupos. El intento es que contando la historia de unos pocos podamos rendir un homenaje a las miles de personas que en Andalucía, en España y en todo el mundo luchan contra un fenómeno como son los incendios forestales que se cobran y arrasan en todo el mundo una superficie equivalente a la India. Y lo malo es que los incendios, según nos dicen los expertos, se van a multiplicar por tres en los próximos cincuenta años. Por tanto, el planeta es un polvorín.
La serie estará compuesta de tres episodios en los que intentaremos explicar varias cosas: qué son los incendios, cómo se atacan, quiénes son esas personas que los atacan y, sobre todo, es una historia sobre el precio que se paga por hacer ese trabajo. Todos conocen a compañeros que han muerto entregando su vida en una lucha, una guerra, que no tiene victoria posible. Porque es un problema que nunca va a acabar y que es una batalla a la que acudes perdiendo porque ya hay algo que se está muriendo. Y todo se vuelve más perverso cuando piensas que la mayoría de los incendios contra los que estás luchando han sido provocados de la mano del hombre de manera intencionada. Es una historia sobre gente que se pregunta: "¿merece la pena?".
Una vez conocido este problema en primera persona, ¿Cómo responden las instituciones políticas de nuestro país ante esta situación? ¿Qué medidas de prevención se han de tomar?
Yo espero que hagan varias cosas. Espero, en primer lugar, que los documentales sirvan para concienciar a la gente de la necesidad de tener mucho cuidado y de evitar al máximo las imprudencias que se cometen a la hora de comportarse en el bosque con actividades que pueden generar un incendio. Espero que conciencie a la gente de que eso no solo va a terminar en una desolación terrible, sino que ante ese incendio va a haber personas que van a tener que ir allí a jugarse la vida para apagarlo. Porque nosotros contemplamos la noticia de los incendios sin pararnos a pensar en las personas que están luchando contra ellos. Personas que tienen sueños, esperanza de vivir muchos años, familias e hijos y gente que le quiere. No lo pensamos, de verdad.
Espero que sirva para que la administraciones y quienes tienen la responsabilidad de dirigir este país se den cuenta de que han dejado en la ley un resquicio para que suelos que han sido quemados se recalifiquen para otros usos. Cada vez que permitimos que alguien pueda sacar provecho, a través de los vacíos de la ley, de quemar el monte no solo estamos avocando a la naturaleza que nos queda a la muerte, sino que estamos condenando a la gente que trabaja luchando por apagarlos.